domingo, 18 de noviembre de 2007

CARTA

BUENO, DESPUES DEL ESTRENO Y DESPUES QUE LA PELICULA SALIO DE CARTEL , VUELVO A PUBLICAR AQUI.


Te escribo para contarte que aquí todo está bien, y que mi último descubrimiento es que los recuerdos no son recuerdos sino inventos.
Mentiras: lo descubrí hace mucho tiempo porque fui lector furioso y sé que casi toda la buena literatura se basa en la invención de recuerdos. Es como si viviéramos en una MATRIX personal creada ridículamente, en nuestro propio perjuicio.
De lo primero que tenés que desconfiar, te advierto, es de todo, absolutamente todo lo que yo escriba.
Hoy más que nunca me parezco a vos. Me faltan pocos días para cumplir los años que cumpliste en las fronteras de tu muerte. Estoy desnudo ante el espejo porque es lo más difícil que podía hacer: mostrarme como inventé que eras vos mismo en esos últimos días.
Si uno elige entre dos recuerdos, entonces inventa, eso es lo que quiero decirte. Y lo peor es que entre muchos otros posibles selecciona un puñado para crearse a sí mismo una impronta personal. Yo me signé con tres o cuatro imágenes fascinantes que construían nuestra tragedia:
La primera imagen: mamá desnuda a través del ojo de la cerradura. Yo no tenía siquiera edad para masturbarme. Recién este último año dejé de sentir placer al mirar, y ese cambio que inventé sustancial en mi vida me causó mucha angustia. Mirar y ya no sentir. Una de mis elecciones había sido derrotada.
La segunda imagen: vos y tu reputísimo cinturón. Ya no me produce nada y no voy a hacer más comentarios.
La tercera: la soledad de mamá ante su máquina de bordar, tan absurdamente metida en mi cuarto que si filmara una película con eso los críticos preguntarían ¿porqué la madre tiene la máquina en el cuarto del chico habiendo más espacio en la casa? Hice la película y un crítico preguntó eso ¿viste?. Fue un alivio reinventar toda esa mierda. Eso tampoco me duele.
En las últimas semanas salté a las yugulares de dos amigos, fiel a mi estilo. Lo bueno es que esa acción tan compulsiva como repetida me llevó a la sucesión de imágenes más poderosas que había elegido para el tramo de mi vida que va desde mis veinte años hasta el día de tu muerte, o sea, mis veintiséis.
La primera escena es así:
Mamá y yo en la habitación de ustedes, ella mirando televisión acostada en la cama. Yo me siento a sus pies, le doy la espalda y sin mirarla le digo:
- ¿Hasta cuándo vas a engañar a papá?
¿Entendés? A Nicolás le dije psicópata y a Patricio le di consejos sobre cómo llevar su restaurante. No estoy hablando de ellos, estoy hablando de mi angustia posterior, ya todos aquí saben que soy tan generoso como egocéntrico y que me creo superior. Superior hijo de puta. Yo se los dije pero ellos ya se habían dado cuenta antes, antes de que yo se los dijera.
-¿Hasta cuándo vas a engañar a papá?- le dije - El no se lo merece, tenés que irte de casa. ¿Escuchás lo que le dije? Tenés que irte de casa.
La eché. O en mi omnipotencia puta omnipotencia, creo que la eché.
A vos no te pregunté nada, yo ignoraba por completo que un hombre podía necesitar de una mujer aún cuando esa mujer lo engañara con otro hombre. Tardé toda una vida en romper con esa clase de esquemas, y entonces tenía solo diecinueve años, y esos esquemas me los enseñaste vos, me los enseñaron ustedes.
Mamá me pidió que le diera cuatro días de ustedes dos a solas para hablarte, que me fuera a vivir a la casa de mi novia, era semana santa del 75 y cuando volví el domingo a casa mamá ya no estaba y vos no podías asimilar el golpe. Durante siglos no pude borrar tu mirada perdida en el cielorraso celeste desconchado de tu cuarto. Mamá se había ido llevando sólo su ropa y su máquina de bordar. Y no creas que puse de casualidad la palabra desconchado.
La sucesión seleccionada para la consumación de la tragedia era la siguiente:
Vos borracho
Vos enfermo
Vos llorando
Vos desnudo y quebradizo bajo la ducha, enjabonado y sostenido por mis manos.
Vos y mamá despidiéndose en tu lecho de muerte. Tus ojos enamorados y suplicantes, su mirada culposa y esquiva.
Vos y un respirador artificial que te infla y te desinfla, tu pecho que sube y baja, tus ojos llenos de lágrimas que me dicen – no doy más.
Una médica que me confirma que ya no tenés ganas de vivir.
Y vos muerto. Vos muerto en un cajón de muertos.
Inventé que yo mismo te maté echando a tu mujer de tu lado. Pavada de egocentrismo.
Todo esto volvió a mí en las últimas tres semanas. Bastaron el silencio de un chico provocador y un amigo con un problema gastronómico, para que volvieran.
Como te dije al principio, ahora sé que los recuerdos son inventos. Que el sólo hecho de elegir uno entre varios recuerdos, es una manera de inventar.
Entonces, ahora, elijo que no te maté. Que estábamos todos locos sí, pero nos amábamos. Que el cuerpo de mamá joven a través del ojo de la cerradura no es el cuerpo de cualquier mujer joven.
Elijo saber que he sido una mala persona muchas veces. Pero hay algo hermoso en mi. Lo percibo. Lo siento papá, es algo bueno que tengo, y no voy a negarlo.

6 comentarios:

. dijo...

te abrazo

Gus Nielsen dijo...

Siempre elegimos los recuerdos, Ed. Y solamente para darle vida al pasado!!!

. dijo...

no me olvido de vos

un abrazo
claudia

. dijo...

te abrazo en estas fechas
mucha paz
espero volvamos a encontrarnos
un beso

claudia

Anónimo dijo...

Hola Edgar, Soy Gus, trabaje en tu pelicula con el steadicam. Fue un placer haber sido parte de tu proyecto. Espero se repita. Un abrazo al corazon.

PatriciaCe dijo...

Recièn acabo de escribirt un mail que se borrò.Y contrariando mis constumbres, dejè que se borrara y me puse a leer esta entrada de tu blog.Sabès? no dice lo mismo pero en cierto modo intentaba comunicarte algunas cosas que tienen que ver con ese contexto històrico social que nos meciò, con la inocencia que jamàs terminamos de perder, que no aceptamos perder y con esa actitud que da la decisión de elegir si quedarse con lo inventado o no, entre el presente o el pasado.
Me hiciste llorar jajajaja
Me alegro de haberte encontrado.
Patricia