domingo, 18 de noviembre de 2007

CARTA

BUENO, DESPUES DEL ESTRENO Y DESPUES QUE LA PELICULA SALIO DE CARTEL , VUELVO A PUBLICAR AQUI.


Te escribo para contarte que aquí todo está bien, y que mi último descubrimiento es que los recuerdos no son recuerdos sino inventos.
Mentiras: lo descubrí hace mucho tiempo porque fui lector furioso y sé que casi toda la buena literatura se basa en la invención de recuerdos. Es como si viviéramos en una MATRIX personal creada ridículamente, en nuestro propio perjuicio.
De lo primero que tenés que desconfiar, te advierto, es de todo, absolutamente todo lo que yo escriba.
Hoy más que nunca me parezco a vos. Me faltan pocos días para cumplir los años que cumpliste en las fronteras de tu muerte. Estoy desnudo ante el espejo porque es lo más difícil que podía hacer: mostrarme como inventé que eras vos mismo en esos últimos días.
Si uno elige entre dos recuerdos, entonces inventa, eso es lo que quiero decirte. Y lo peor es que entre muchos otros posibles selecciona un puñado para crearse a sí mismo una impronta personal. Yo me signé con tres o cuatro imágenes fascinantes que construían nuestra tragedia:
La primera imagen: mamá desnuda a través del ojo de la cerradura. Yo no tenía siquiera edad para masturbarme. Recién este último año dejé de sentir placer al mirar, y ese cambio que inventé sustancial en mi vida me causó mucha angustia. Mirar y ya no sentir. Una de mis elecciones había sido derrotada.
La segunda imagen: vos y tu reputísimo cinturón. Ya no me produce nada y no voy a hacer más comentarios.
La tercera: la soledad de mamá ante su máquina de bordar, tan absurdamente metida en mi cuarto que si filmara una película con eso los críticos preguntarían ¿porqué la madre tiene la máquina en el cuarto del chico habiendo más espacio en la casa? Hice la película y un crítico preguntó eso ¿viste?. Fue un alivio reinventar toda esa mierda. Eso tampoco me duele.
En las últimas semanas salté a las yugulares de dos amigos, fiel a mi estilo. Lo bueno es que esa acción tan compulsiva como repetida me llevó a la sucesión de imágenes más poderosas que había elegido para el tramo de mi vida que va desde mis veinte años hasta el día de tu muerte, o sea, mis veintiséis.
La primera escena es así:
Mamá y yo en la habitación de ustedes, ella mirando televisión acostada en la cama. Yo me siento a sus pies, le doy la espalda y sin mirarla le digo:
- ¿Hasta cuándo vas a engañar a papá?
¿Entendés? A Nicolás le dije psicópata y a Patricio le di consejos sobre cómo llevar su restaurante. No estoy hablando de ellos, estoy hablando de mi angustia posterior, ya todos aquí saben que soy tan generoso como egocéntrico y que me creo superior. Superior hijo de puta. Yo se los dije pero ellos ya se habían dado cuenta antes, antes de que yo se los dijera.
-¿Hasta cuándo vas a engañar a papá?- le dije - El no se lo merece, tenés que irte de casa. ¿Escuchás lo que le dije? Tenés que irte de casa.
La eché. O en mi omnipotencia puta omnipotencia, creo que la eché.
A vos no te pregunté nada, yo ignoraba por completo que un hombre podía necesitar de una mujer aún cuando esa mujer lo engañara con otro hombre. Tardé toda una vida en romper con esa clase de esquemas, y entonces tenía solo diecinueve años, y esos esquemas me los enseñaste vos, me los enseñaron ustedes.
Mamá me pidió que le diera cuatro días de ustedes dos a solas para hablarte, que me fuera a vivir a la casa de mi novia, era semana santa del 75 y cuando volví el domingo a casa mamá ya no estaba y vos no podías asimilar el golpe. Durante siglos no pude borrar tu mirada perdida en el cielorraso celeste desconchado de tu cuarto. Mamá se había ido llevando sólo su ropa y su máquina de bordar. Y no creas que puse de casualidad la palabra desconchado.
La sucesión seleccionada para la consumación de la tragedia era la siguiente:
Vos borracho
Vos enfermo
Vos llorando
Vos desnudo y quebradizo bajo la ducha, enjabonado y sostenido por mis manos.
Vos y mamá despidiéndose en tu lecho de muerte. Tus ojos enamorados y suplicantes, su mirada culposa y esquiva.
Vos y un respirador artificial que te infla y te desinfla, tu pecho que sube y baja, tus ojos llenos de lágrimas que me dicen – no doy más.
Una médica que me confirma que ya no tenés ganas de vivir.
Y vos muerto. Vos muerto en un cajón de muertos.
Inventé que yo mismo te maté echando a tu mujer de tu lado. Pavada de egocentrismo.
Todo esto volvió a mí en las últimas tres semanas. Bastaron el silencio de un chico provocador y un amigo con un problema gastronómico, para que volvieran.
Como te dije al principio, ahora sé que los recuerdos son inventos. Que el sólo hecho de elegir uno entre varios recuerdos, es una manera de inventar.
Entonces, ahora, elijo que no te maté. Que estábamos todos locos sí, pero nos amábamos. Que el cuerpo de mamá joven a través del ojo de la cerradura no es el cuerpo de cualquier mujer joven.
Elijo saber que he sido una mala persona muchas veces. Pero hay algo hermoso en mi. Lo percibo. Lo siento papá, es algo bueno que tengo, y no voy a negarlo.

viernes, 2 de noviembre de 2007

ENTRADAS GRATUITAS


Las entradas gratuitas para las funciones que quedan se pueden solicitar a elinfinitosinestrellas[arroba]fibertel.com.ar

ATLAS GRAL. PAZ


VIERNES 2 y SABADO 3 a las 20 30 hs. y 22 30 hs.
DOMINGO 4 a las 20 30 hs.

ATLAS RIVERA INDARTE (FLORES)


VIERNES 2 - SABADO 3 y DOMINGO 4 a las 17 30 y 21 30 hs.


Acá el sitio oficial de "El Infinito sin Estrellas" con toda la información, fotografías, trailer, etc

jueves, 1 de noviembre de 2007

CRÍTICA DEL DIARIO LA NACIÓN


Crónica de un niño bastante solo

Nuestra opinión: buena

Por Claudio D. Minghetti


La película con la que Edgardo González Amer debuta en el largometraje es simple y cuenta una historia que no necesita explicación alguna. Su cámara reposa en los gestos, en las miradas, en las pocas palabras de esa madre que no sabe qué hacer o hasta dónde caer para sobrevivir. Lorca la interpreta con precisión, sin excesos y, al igual que González Amer, sin recurrir al golpe bajo. La historia transita por el dolor, pero también por la esperanza, sin caer tampoco en el final feliz que todo lo resuelve.

Cristando, igual que sus compañeros de ficción Iván Giachello y Rocío Pavón, sorprende por su espontaneidad, por su frescura, por su transparencia al transmitir qué es lo que siente un chico frente a un mundo de adultos que se le viene encima. No es casual que ellos, de acuerdo con la trama, participen de un concurso de relatos breves acerca de José de San Martín y que sea su ejemplo, deslizado en tan sólo dos líneas del guión, el que sirva de consuelo y a la vez de apuesta por un futuro mejor. Quizá la resolución de algunas situaciones (un episodio con su gato negro, un vecino al que le adjudican propiedades mágicas además de un gracioso parecido al ícono de Papá Noel pero en camiseta), quedan apenas como anécdotas, no obstante otros personajes secundarios, como el del tendero encarnado por Mario Paolucci; la abuela de Leandra, interpretada por Kita Ca, y la maestra (Helena Nesis), se muestran medidas, igual de convincentes que Lorca y el trío de niños debutantes.

González Amer, conocido por sus libros ( El probador de muñecas y La danza de los torturados , entre otros) y por haber sido coguionista de Arizona Sur , demuestra que aun con poco presupuesto y sin despliegue se puede hablar de sentimientos a través de personajes que por ser parte de lo cotidiano no son por eso menos trascendentes, menos únicos e irrepetibles. En este sentido, es muy afortunado que un cineasta se acuerde de los sentimientos y no le preocupe la crítica que esta decisión, en los tiempos que corren, pueda suscitar. Es un desafío.

CRÍTICA DEL DIARIO CLARIN


Nosotros y los miedos


"El infinito sin estrellas" es más que una curiosidad dentro del anquilosado panorama del cine nacional.


Por: Pablo O. Scholz




LA BORDADORA QUE DIO UN MAL PASO VALERIA LORCA LLEVA ADELANTE UN PAPEL DIFICIL.



El infinito sin estrellas habla de los miedos de un niño de once años, quien vive solo con su madre en un pueblo cualquiera. Y así como cuando Beatriz, que se gana la vida con changas como bordadora, lleva para bordar mortajas, Mario comienza a asustarse -cree que fantasmas pasan a habitar el hogar-, por algún motivo que no conviene develar y que quedará a consideración del espectador, Beatriz suele regresar a casa con algún moretón en su rostro.

Aquello de pueblo chico, infierno grande también se da en esta opera prima de Edgardo González Amer. El hecho de que Beatriz no tenga amigas y no se relacione con nadie más que con su hijo y la gente de la casa de sepelios que le da trabajo, hace que el personaje de Valeria Lorca quede muy encerrado en sí mismo. Y González Amer mueve los hilos con sabiduría para que se sienta algo poco común pero no tan fuera de lo normal en el pueblo.

También con la relación que establece Mario con sus dos compañeros compinches de la escuela -un chico algo atolondrado y una chica que sobrelleva una enfermedad- la trama gana en sugerencia, en los matices de cómo es Mario fuera de su casa y hasta alejado de sus temores, infundados o no, de la presencia espectral en su hogar.

La película sorprende en su primera mitad por lo consistente de su narración y la intriga que se apodera del espectador.
Valeria Lorca lleva adelante buena parte del relato, cuando no es el pequeño Gonzalo Cristando el que está en primer plano. Lorca luce convincente en un papel, reiteramos, difícil por cómo fue estructurado, y Mario Paolucci genera inquietud en su rol secundario.

CRÍTICA DEL DIARIO PAGINA 12

Miserias de pueblo chico

Valeria Lorca y el niño Gonzalo Cristando, dos actuaciones de una precisión inusual.

Por Horacio Bernades





El infinito sin estrellas, ópera prima de Edgardo González Amer, es un film modesto pero ajustadísimo que muestra a un realizador que daría la sensación de trabajar sus materiales con la misma reconcentrada, sibilina paciencia con que la protagonista de la película borda y borda.

Como sucediera hace un par de años con Buenos Aires 100 km –otra callada artesanía local–, El infinito sin estrellas se acerca al barrio de las afueras a puro poder de observación, cerrando el paso a cualquier indicio de reblandecido costumbrismo. En las lejanías del Gran Buenos Aires hace foco en una casita, lo suficientemente apretada como para obligar al pequeño Mario (Gonzalo Cristando) a conciliar el sueño mientras a su lado la madre, Beatriz (Valeria Lorca), borda hasta tarde. A la mañana siguiente, Mario tiene que ir a la escuela. Siempre y cuando Beatriz no le pida una mano con la comida o la limpieza, yendo a cobrar unas cortinas o saliendo a vender repasadores. Que se haya presentado a un concurso de redacción demuestra que a Mario la escuela no le es indiferente. Pero Beatriz casi ni se entera. Lo cual no hace más que confirmar la asimetría de esa relación, en la que el chico parecería más el sobreexplotado cadete de un taller de costura clandestino que el niño de la casa. Se entiende que Beatriz tenga que exprimir el tiempo hasta el último minuto, ¿pero eso justifica que mande al hijo a la mercería, en lugar de a la escuela?

Si se entrevé en esa relación un núcleo perverso, el modo en que el realizador la trata, naturalizándola, acentúa el interés dramático, implantando en el contexto familiar y barrial una semilla en leve estado de descomposición. Así como la relación madre-hijo parecería tener un carácter de transacción antes que de lazo afectivo, algo semejante da la sensación de estar sucediendo con el mayorista que le encarga trabajos a Beatriz (Mario Paolucci, único miembro del elenco con antecedentes cinematográficos). El tipo le sigue dando bordados aunque su esposa no quiera saber nada, hace pasar a Beatriz cuando las cortinas metálicas están bajas y supone que la mujer no es la madre de Mario, sino su hermana. También aquí González Amer prefiere la elipsis a la exposición, la insinuación a la explicitación, la sospecha a la certeza. Todo lo cual representa un logro, no sólo en términos de mecánica dramática sino al aludir, por vía de la forma, al gato escondido que la familia y el barrio guardan en el ropero.

Sería injusto no dedicarles un aparte a las actuaciones, todas ellas de precisión inusual, lo cual se verifica tanto en el caso de Valeria Lorca (actriz con larga experiencia teatral, que recién ahora debuta en cine) como en el del último figurante. Cargando con el peso de la película, presente en cada plano, el sobrio carisma de Gonzalo Cristando es el de un inocente en tren de perder justamente eso: la inocencia

miércoles, 17 de octubre de 2007

ROBADO DEL BLOG DE GUSTAVO NIELSEN

ESPERANDO A GODOT / ENTREVISTA A GUILLERMO MARTÍNEZ


EAG: ¿Cuál es la función que le atribuís al crítico?

GM: Hay un desafío que la crítica no ha logrado resolver. La crítica no puede limitarse a una descripción de procedimientos, a un trabajo de desarmadero: "Este escritor ha elegido el relato no lineal, acá hace un juego intertextual con tal texto, aquí replica a otro". Porque está claro que con los mismos procedimientos y con los mismos materiales un escritor puede hacer una obra irrisoria y otro una obra maestra. Tiene que haber un juicio estético, si el texto es interesante o no, si es original o no. Hay una multitud de otras impresiones que uno percibe durante la lectura, que en general no están reflejadas en este tipo de argumentaciones. Ese es el trabajo, el difícil trabajo del crítico. Dar cuenta de lo que Susan Sontag llamaba el erotismo de la obra.

El crítico debe poder, además, desligar lo trivial de lo interesante.

domingo, 14 de octubre de 2007

EL INFINITO SIN ESTRELLAS

ESTRENO 1 DE NOVIEMBRE
EN LOS CINES
VILLAGE RECOLETA
HOYTS ABASTO
ATLAS GRAL PAZ
ATLAS RIVERA INDARTE
TITA MERELLO


sábado, 6 de octubre de 2007

ME VOY POR UNOS DIAS



GENTE:
Huyo por unos días de la civilización. De mi celular. De mis mail. De mi mismo? eso no se puede.
Por esta semanita les dejo un cuento que se llama...

UN VECINO CONFIABLE

Fui abandonando una por una todas las relaciones que guardaban algún interés por mi dinero, hasta quedarme solo. Como si se tratara de una gimnasia, me alejé también de mi mujer, aunque ella lo único que me demostraba era amor, y jamás interés por lo que yo tenía o dejaba de tener. Como consecuencia de la separación, un poco a mi pesar y otro poco no, me distancié de mis hijos. Podría decirse que cuando lo conocí al ingeniero Gamio yo vivía como un verdadero eremita. El tipo me cayó bien de entrada, nos conocimos en charlas de ascensor y de palier y después resultó que era mi vecino de la puerta de enfrente, el otro semipiso del séptimo.
Era boliviano de Santa Cruz de la Sierra, culto, había estudiado en la universidad de Córdoba y durante toda la carrera había sostenido su noviazgo a distancia con Susana, que a la larga sería su mujer y madre de sus dos hijos. Creo que esto habla bastante de su personalidad, era un tipo apacible y moderado, aunque no llegaba a ser retraído.
Como dije, primero compartimos ascensores, luego palieres, más tarde caminatas hasta la estación de tren, siguieron algunos cafés circunstanciales y por último me invitó a cenar varias veces a su departamento. Su mujer era amable pero fría, no me hacía sentir incómodo pero tampoco se esmeraba como anfitriona, estaba claro que aceptaba mi presencia en aquellas cenas como un derecho de su marido a relacionarse con quien se le diera la gana, pero ella no ponía ninguna clase de empeño. Al contrario de lo que pudiera pensarse, esto resultaba cómodo para mí, cuando ves la otra cara de las convenciones tomás contacto con la verdadera esencia de la libertad: cada uno hace lo que le parece y esto cubre las relaciones con un manto de comodidad, un pacto sutil de prescindencia.
Gamio se dirigía a su familia con el apelativo de ¨ amorcito ¨. ¨ Amorcito de aquí, ¨ amorcito ¨ de allá. Ya sea que se tratara de su mujer o de sus hijos. ¨ Amorcito, ¿porqué no me traes los anteojos que están sobre mi mesa de luz ? ¨ ¨ ¿ Tienes tarea para mañana, amorcito? ¨ Tantos años en Argentina no le habían sacado la manía de hablar de ¨ tu ¨ , pero lejos de molestar o parecer impostado como pasa con el ciento por ciento de los argentinos, en él inspiraba respeto. Era un hombre dulce, tierno, respetuoso, y con los mismo modales de siempre llamó esa noche a mi puerta, con tres golpes suaves, porque seguramente el timbre le parecería un desatino a la 1 : 30 de la madrugada.
- ¿Dormías?
- Estaba viendo en I Sat ¨ La última tentación de Cristo ¨
- No me parece correcta la postura ideológica de esa película.
- A mi me parece entretenida.
Miré la hora sin ninguna intención de sacármelo de encima, pero lo cierto era que nuestros encuentros jamás habían superado las once de la noche, sobre todo porque él madrugaba para llegar a horario a su trabajo en Munro.
- Sí, disculpa, disculpa …¿quieres seguir viendo la película?
- Ya casi están por crucificarlo.
Gamio avanzó un paso adentro del departamento, yo cerré la puerta y nos sentamos a ver el último tramo de la película. Retomamos en el momento que el ángel de la guarda bajaba de la cruz a Jesús, y a espaldas de Judíos y Romanos que continuaban insultando el madero vacío, le decía que ya era suficiente, que no era el Mesías y que Dios había decidido ahorrarle el resto del tormento.
Como yo no le pregunté qué necesitaba, Gamio, en su impertérrita corrección, no se decidió a decirme nada. Nos comportamos como dos adolescentes, el amigo que llega a cualquier hora y se suma a lo que el otro está haciendo sin mediar ninguna palabra.
Nos acomodamos en el sillón de pana de tres cuerpos y seguimos los avatares de la vida de este Jesús que primero se casaba con María Magdalena, después con la hermana de Lázaro, más tarde con su cuñada, y así iba sumando una caterva de hijos rubios de ojos celestes que lo seguían a todas partes. Un Jesús satisfecho que no se privaba de nada, siempre acompañado por su ángel guardián.
Para la segunda agonía de Jesús, cuando sus apóstoles lo descubren y le abren los ojos a la verdad, a la sazón, que su ángel guardián era el diablo encarnado, Gamio roncaba muy apretadito contra el apoyabrazos. Sentí un poco de ternura y curiosidad ¿qué hacía mi vecino a esa hora en mi casa? Esperé que el hijo de Dios fuera crucificado por segunda vez, dueño de una oportunidad que no todos tenemos, y ya sobre los rodantes, me atreví a despertarlo.
- ¿Terminó?
- Ahá.
- Yo no creo que Dios se hubiera apiadado de un hijo así…, pero mucho menos que le permitiera convertirse en semejante pecador.
- Bueno, no hizo nada del otro mundo.
Ya estábamos caminando juntos hacia la puerta, yo estaba en pantuflas y me sentía con el pelo revuelto y la boca amarga, tenía ganas de meterme en la cama y ya casi estaba arrepentido por haberme quedado mirando televisión hasta tan tarde, eran las dos y cuarto. Mirar tanta televisión siempre me hace sentir culpable. Le abrí la puerta.
- Escucha – me dijo por fin – tengo que mostrarte algo.
Yo me quedé mirándolo, tenía tanto sueño que no podía reaccionar.
- ¿Ahora?
- Si no te molesta.
Un poco me molestaba, pero no tenía alternativa. Saqué las llaves, cerré la puerta, ya estábamos en su departamento. Había olor milanesas y casi todas las luces estaban encendidas. Había algo extraño pero yo no llegaba detectar qué, o tal vez fuera el sueño lo que me producía el estado de extrañeza, sumado a un creciente mal humor. No acostarme en el momento oportuno deriva primero en mal humor, y después en migraña.
-Está en el baño.
Seguí a mi vecino hasta la puerta del baño de la suite. Él llevaba un pulóver de lana tejido en tres colores, esos jaspeados que se usaban en la década del ochenta, o antes, le quedaba un poco ajustado y le resaltaba una leve joroba que sabía disimular muy bien con la ropa holgada. En ese momento lo vi cansado, pero podía ser un reflejo de mi propio agotamiento. Los dos caminábamos en silencio, como si temiéramos despertar a alguien. Se dio vuelta, me miró como si estuviera arrepentido de haberme llevado hasta ahí.
- Nunca me has contado porqué te separaste de tu familia – me dijo.
- Algo te conté, pero ni siquiera yo lo tengo claro.
- ¿Odiabas a tu esposa?
- ¡No! Ni mucho menos.
- ¿Y cómo puedes vivir sin tus hijos?
- Los veo de vez en cuando.
- Pero es la cotidianeidad lo que vale.
- Edgar – le dije, y era raro que lo llamara por su nombre – Son casi las tres de la mañana.
Reconoció lo atinado del comentario con un movimiento de cabeza, y por fin me franqueó el paso al baño de la suite. Voy a contar lo que vi, sin ninguna clase de comentario: la mujer de Gamio se encontraba en bombacha y corpiño, sentada en el bidet y enfocada y volcada hacia el inodoro, tenía los ojos desorbiados y las manos crispadas, una contra la pared y la otra contra el borde del inodoro. Azulejos, pisos, artefactos, papel higiénico, toalla, hasta una parte del techo, a partir de su boca abierta todo estaba cubierto de sangre, como si toda ella hubiera estallado en un vómito rojo.
- Está muerta – comentó Gamio, como si fuera necesaria la aclaración. Tuve que retroceder y contener el miedo y las náuseas. Salir y sentarme en la cama del dormitorio, estaba transpirando frío. Transcurrieron algunos minutos hasta que Gamio me preguntó:
- ¿Piensas que yo la maté?
- ¿Vos la mataste?
- Discutimos, pero no sé. No me creo capaz de haberla matado.
- Hay sangre, pero parece que la hubiera vomitado.
Gamio también se sentó en la cama, yo lo veía frío, calculando cada una de las palabras.
- Le pegué un cachetazo, ella se tomó el pecho y tuvo una arcada, corrió al baño como para vomitar, y murió así, como la vez ahora, en un vómito de sangre, como si le hubiera estallado el corazón.
Yo no sabía qué decir.
- ¿Crees que de verdad la maté?
- ¿Y los chicos?
- Están en casa de su abuela, nos debíamos una conversación y no queríamos involucrarlos.
- No sé qué decirte.
- Jamás me imaginé haciendo una cosa así…pero me dijo algo muy doloroso.
- No sé qué decirte – repetí.
Se hizo un largo silencio apenas interrumpido, o más bien acompasado por el tic tic del movimiento de las agujas del reloj despertador.
- A veces las mujeres saben como herirnos – se quejó.
- ¿No te molesta ese ruidito del reloj para dormir?
- Ya estamos acostumbrados.
Yo trataba de concentrarme en algo pero me resultaba imposible, me sentía disperso, apenado, asustado, confundido. El sueño había pasado de largo y también el mal humor pero estaba arrancando la migraña. Sentí la mirada de mi vecino, estaba mi lado y no me sacaba los ojos de encima, como si estuviera esperando de mí una repuesta que le resolviera la tragedia en la que se había metido.
- ¿Crees que descubrirán alguna marca del cachetazo?
- ¿Qué?
- ¿Si te parece que la policía va a descubrir la marca del cachetazo?
- ¿Tú qué crees? – le contesté, hablando como él, ridícula e inconscientemente.
- Yo no se la encuentro.
Se veía avergonzado. No sé si porque acababa de ver La última tentación de Cristo, o qué, pero sentí pena por él. Se supone que un hombre tan preocupado por sí mismo a tres pasos del cadáver recién muerto de su mujer debería haber despertado alguna clase de irritación. Pero sentí lástima.
- ¿Tu no podrías fijarte?
- ¿Qué cosa?
- Si se le nota alguna marca del cachetazo.
- Edgar – le dije por segunda vez – estoy impresionado, tu mujer está muerta y bañada de sangre, todo el baño está cubierto de sangre. Hasta tiene los ojos abiertos. Yo vi algunos muertos pero siempre estaban en cajones, rodeados de flores y familiares.
- A ella no le gustaban las flores, odiaba todo el comercio relacionado con la muerte.
Quedamos otra vez en silencio. Otra vez el tic tic del reloj. A mí me aterraba la idea de tener que inspeccionar ese cadáver cuya visión apenas había podido soportar por un par de segundos y a un par de metros de distancia.
- ¿Nunca te he contado mi anécdota de El Chorro?
- ¿Qué es El Chorro? – Le pregunté.
- Un pueblito perdido en el norte de Bolivia. Una vez me quedó de paso cuando viajaba desde Cobija a Santa Cruz. Yo trabajaba en una obra a cincuenta kilómetros de Cobija y estuve sin ver ni una sola mujer durante nueve meses.
Le dije que nunca me había contado la historia, e hice silencio.
- Ahí en Cobija, en mi regreso hacia Santa Cruz, me dieron anginas y estuve con cuarenta de fiebre así que tampoco pude estar con nadie. Es un lugar turístico y hay mujeres, pero yo…nada. Así que un poco más abajo, ya de vuelta en viaje, me metí en un burdel de El Chorro y estuve con una gorda que me pareció la mujer más hermosa de la tierra. Como te dije, llevaba nueve meses de abstinencia total.
Por un momento me olvidé de su mujer muerta en el baño y me interesó saber de qué iba con esta historia.
- ¿Y?
- Nada, que pocos meses después, ya en vida normal con mi novia y todo eso, vuelvo a pasar por el lugar y veo a la gorda de día, atendiendo en el restaurante de ruta. Era renga, casi calva, le faltaban la mitad de los dientes, babeaba permanentemente y tenía las piernas roñosas y cubiertas de várices. No sólo había pagado para acostarme con ella, también me había parecido hermosa.
- ¿Era la misma mujer?
- ¡Por supuesto que era la misma mujer!
Me reí con una risita breve, pero no de compromiso. Él me tomó la mano. Intentaba ser un gesto viril pero en el fondo teníamos la mano tomada como dos colegiales asustados.
- No sé si me voy a animar a verla – le dije.
- Te lo ruego, Jorge, a nadie más puedo pedirle esto.
- ¿Y qué pasa si se nota?
- Todavía no pensé en eso, pero lo que no puedo hacer es actuar desprevenidamente.
Tomé coraje y entré al baño. Le pedí que me acompañara. Fui avanzando hacia el cadáver de la mujer con pasos cortitos, temblando y al borde del vómito, hacía lo imposible por no mirarla, sobre todo por no mirarle los ojos.
- ¿De qué lado le pegaste?
Se miró las manos: - Mano derecha, mejilla izquierda.
Era el lado más fácil, el que no tenía apoyado contra la pared, pero la tenía cubierta por el pelo, su pelo rubio y ensangrentado. Le pedí a Gamio algo para corrérselo, me alcanzó un cepillo de dientes. Mientras con la mano derecha corría el mechón de pelo que cubría la mejilla de la mujer muerta, con la izquierda hacía pantalla para no mirarle los ojos.
- Yo no veo nada – dije temblando, la voz apenas me salía.
- ¿Estás seguro?
- Yo no veo nada – repetí, y salí del baño y del dormitorio.
Suspiró, se frotó las manos, negó con la cabeza en un gesto de temor o arrepentimiento, y me dijo que era mejor que me fuera, que muchas gracias.
- ¿Y ahora qué vas a hacer?
- Llamar una ambulancia.
- ¿Qué vas a decirles?
- Que estábamos mirando tele y de golpe se agarró el pecho y salió corriendo al baño como para vomitar. Que un rato después la encontré así.
- ¿Y si te preguntan qué estaban viendo?
- La Última tentación de Cristo – dijo, levantando los hombros. Me pareció razonable.
Nos despedimos con un apretón de manos, como grandes amigos a la vez entrañables y distantes. Como gente de otra época, cuando no era usual que los hombres nos saludáramos con un beso. Cuando estaba por cerrar la puerta estuve a punto de pedirle que nunca contara que yo había estado ahí, y mucho menos que había inspeccionado lo de la cachetada, pero después me pareció demasiado obvio. No me pregunten porqué, pero seguía pareciéndome un vecino confiable.

jueves, 4 de octubre de 2007

CADENA DE BLOGGERS



EL 1 DE NOVIEMBRE SE ESTRENA EL INFINITO SIN ESTRELLAS EN

HOYTS ABASTO
VILLAGE RECOLETA
TITA MERELLO

Las dificultades y manos negras que debe enfrentar nuestro cine independiente son incontables, y no las voy a contar aquí porque pienso llevar adelante mi optimismo sin límites. Lo que sí propongo a todos los visitantes de este blog es que den a conocer este estreno, y si mandan visitas para que conozcan, mucho mejor, también está la página oficial www.elinfinitosinestrellas.com y el blog.
El primer fin de semana es crucial, de jueves a domingo.
Voy a subir este post cada semana hasta el estreno. Pregunten lo que quieran, pidan también.
SE INICIA LA CAMPAÑA BLOGGER PARA EL INFINITO SIN ESTRELLAS, LA PELICULA....JAJAJAJA ABRAZO A TODOS

LUCES DEL ATARDECER



Enseño guión , y a decir verdad, esta película da por tierra con muchos de los preceptos que trato de enseñar.
Claro que les digo a mis alumnos que las formas son nuestro defecto, y no nuestra virtud. Así y todo. Tengo miedo de estar estafándolos. No es que esta película escape por completo del molde, pero no tiene climax, no tiene alivio, no tiene intención de que vuelvas a por el director en su próxima película.

Kaurismaki es como Robert Rodriguez, pero al no dar lugar a la venganza que redime al espectador y abre las puertas de Hollywood, no está a la espera de tan dorado y adorado futuro.
Imaginen Dogville sin la matanza final, eso es precisamente lo que van a ver, si se le animan a LUCES DEL ATARDECER.
La van a pasar bien, y la van a pasar mal. A mi me gusta ese tipo de cine. ¿y a ustedes?

DATA:

Aki Kaurismäki nace en Ormattila (Finlandia) en 1957. Va a realizar algunos trabajos antes de fundar su propia productora (Villealfa Productions) junto a su hermano Mika (también director de cine). Desde los años 80 juntos van a contabilizar una quinta parte de la producción cinematográfica finlandesa. Su primera película en solitario fue una versión del clásico Crimen y Castigo de Dostoievski. Desde entonces se ha ido haciendo un hueco en el cine europeo y en festivales a través de películas como La chica de la fábrica de cerillas, Contraté un asesino a sueldo o Juha. Su último largometraje Un hombre sin pasado en el 2002 obtuvo el Gran Premio del Jurado del Festival de Cannes al igual que su protagonista, Kati Outinen que obtuvo el Premio a la Mejor Actriz. y significó el punto culminante de su carrera como realizador y alcanzó una repercusión que nunca antes había tenido una película finlandesa Con su estilo un poco excéntrico e inimitable Aki Kaurismäuki se ha confirmado, sin duda, como uno de los directores más importantes del cine contemporáneo.

UN CUENTO



Es uno de los relatos, de 4, que dieron origen a mi película. Sé que cuesta leer cuentos en los blog, pero, para los que tengan ganas...

QUE ES LA MUERTE

Mi madre se pintaba los labios y yo pateaba una pelota de goma contra las sillas de la cocina.
-¿Qué estás haciendo?
- Nada. –Contesté, y seguí pateando con fuerza.
Se pintaba los labios, se delineaba los ojos, después se limpiaba la cara con algodón embebido en aceite y volvía a empezar. Probaba un color de lápiz labial y después otro, así durante horas. A veces me daba tantos besos seguidos que me dejaba su boca púrpura impresa por toda la cara. “Te pinté” decía “Vení que te limpio”, y se mojaba con saliva el dedo pulgar y me frotaba las mejillas con energía, hasta que yo chillaba de dolor o de fastidio o ella misma se hastiaba o se daba por vencida y me mandaba a lavarme la cara. Tenía que fregarme con jabón. Algunas veces, apenas terminaba de limpiarme, ella volvía a la carga. Yo la dejaba hacer, me dejaba estar. No sentía ningún placer, mas bien cierta repulsión y la certeza de no tener derecho a rechazarla para no desestabilizar cierta frágil armonía que solía establecerse entre nosotros.
Otras veces se olvidaba de mí, o parecía que se olvidaba. Los olvidos coincidían con estados de enajenación que podían durar días o semanas. Durante los períodos de enajenación se dedicaba a bordar. Bordaba frenéticamente, para sus clientas o para ella misma. Bordaba flores y hojas otoñales, bordaba pájaros y ciervos y unos animales extraños que ella había bautizado gatos árabes; bordaba perros regalones y formas de países con sus nombres escritos en letras góticas y casas con chimeneas y paisajes suizos ornamentados con mostacillas. Consumía conos enteros de hilos dorados y plateados, cientos de miles de metros de colores matizados, así se llamaban: verde matizado, rojo matizado. Un ilusorio y maltratado arco iris en tonos matizados se extendía sobre camisas o sobre vestidos o sobre pecheras. Mi madre bordaba sobre cuanto pedazo de tela pasara por sus manos. En casa había repasadores bordados, pañuelos bordados, trapos de piso bordados, cortinas, felpudos, patines, carpetas, alfombras, almohadones, fundas, banderines, tapices, escudos, escarapelas. Cuando en pleno frenesí bordador alguna de las piezas mecánicas o el motor eléctrico de su máquina Singer estallaban fuera de servicio por el lógico recalentamiento, se empecinaba en repararlos ella misma y me tenía de mandadero ida y vuelta con repuestos, aceites, y consultas al mecánico. Yo caminaba ida y vuelta de casa al taller, de casa a la fábrica de hilos, de casa a la mercería. Más de una vez en su apuro o en su desesperación por bordar un trapo, y otro, y después otro, se distraía y la aguja le traspasaba un dedo de lado a lado, casi siempre a la altura de la uña; pero ella ni se preocupaba, hundía el dedo en alcohol y se lo vendaba y seguía adelante a toda máquina. La producción de trapos bordados debía continuar a costa de todo.
Mi madre tenía instalado su taller en mi habitación, o yo tenía mi habitación instalada en su taller: la máquina Singer a los pies de mi cama; contra las paredes estantes repletos de conos y carreteles de hilados. Había retazos de todas formas y colores y pliegos de papel de calcar y una especie de pasta de copiado color azul, de olor perenne, mezcla de alcohol y acetona que, combinados con el eterno chiqui-chiqui de la máquina de bordar me hundían, a la hora de dormir, en un sopor placentero. Beatífico.
En su desesperación, mi madre siempre estaba a la pesca de nuevos trabajos, así fue que una clienta la puso en contacto con una funeraria “mayorista” y le trajeron a bordar una cantidad importante de mortajas. Lo de funeraria “mayorista” era una definición de mi madre, o de su clienta, y todavía hoy no entiendo lo que significaba.
Las mortajas eran grandes telas amarillentas cuya manipulación generaba el fru-fru de los vestidos del siglo diecinueve. Mi madre las desplegaba y batallaba con dedicación aplicando cintas y encajes mientras yo imaginaba que muertos al por mayor desfilaban a los pies de mi cama.
La primera vez que pregunté sobre aquellas telas que venían envueltas en sospechosos paquetes negros, mi madre rehusó contestar; pero insistí hasta ser informado de manera directa y concisa. Como la palabra mortaja me causó mala impresión, mi madre trató de mitigar el efecto fúnebre diciendo que después de todo, no eran más que telas para vestir muertos.
Pasaron semanas y las telas para vestir muertos desplegadas a los pies de mi cama enrarecieron la atmósfera del cuarto. De noche era imposible dormir, fosforescencias diminutas se movían como insectos y alientos como voces sordas se descargaban desde la nada contra mis oídos. Cierta cálida hediondez flotaba en el aire, como de verduras hirviendo, legumbres en mal estado cocinándose en alguna parte debajo o al lado de mi cama, o en los mismísimos paquetes negros en los que habitaban las mortajas.
Al principio mi madre no daba crédito a mis denuncias sobre el mundo supraterrenal que se había instalado en mi cuarto, y yo mismo sospechaba que mis ojos y mis oídos mentían o por lo menos exageraban, pero, qué otra cosa podían atraer aquellas mortajas si no espectros que las habitaran. Me hundía en la cama, me tapaba la cabeza con las sábanas y esperaba el amanecer. La luz del día barría de un golpe la persistencia de aquellas impresiones.
Ante mi insistencia mi madre dijo que le parecía normal (yo no sabía si hablaba en broma o en serio) que los muertos vinieran en busca de sus trajes; y dijo también que desconocíamos todo sobre las ansiedades de los espíritus, y era natural que se interesaran por las prendas que utilizarían durante la eternidad.
-¿Qué es la muerte?- le pregunté a mi madre ese día, convencido por única vez de que ella tenía la respuesta.
- Estar aquí esperando que las cosas mejoren –me contestó.
Ya no se podía dormir en aquel submundo nocturno que era la atmósfera de mi cuarto. Mi madre bordaba como hasta las doce de la noche. Después se preparaba un té y se entretenía en su habitación leyendo una revista, o depilándose las piernas. Yo escuchaba con atención sus movimientos desde mi cama, el leve crujido de las páginas, la taza de té chocando contra el plato, la hoja de afeitar deslizándose sobre la superficie de sus piernas. A la una y media apagaba su velador, y a eso de las dos llegaba mi padre. El ruido de la llave en la cerradura, su respiración agitada, la tos crónica. Entraba en el baño, la casa volvía a quedar a oscuras. Salía del baño y se quedaba largo tiempo sentado en la cocina. En silencio. Como a las cuatro apagaba la luz de la cocina y se iba a dormir. Yo me preguntaba qué haría durante aquellas dos horas. Aguzaba mi oído pero era imposible oír nada.
Desde las dos hasta las cuatro, y se iba a dormir. Entonces renacía en mí la sensación de terror que se desvanecería recién con la llegada del amanecer, y me quedaba dormido.
Una noche me levanté y me asomé a la cocina sin que me viera. Ahí estaba mi padre, sentado, jugueteando con sus manos sobre la mesa de la cocina; golpeteaba la mesa como si imaginara una melodía. Tenía una mirada perdida, triste. Lo contemplé durante algunos minutos, y después avancé para que me viera.
-¿Qué pasa? - me preguntó, con una voz que no parecía la suya, una voz ronca, lejana.
- No puedo dormir.
- ¿Por?
- Hay fantasmas –le dije -¿Puede ser que en mi pieza haya fantasmas?
Mi padre se puso de pie. – Vamos –me dijo, apoyó sus manos sobre mis hombros, me dio media vuelta y me acompañó hasta mi cuarto, así, con sus manos apoyadas sobre mis hombros, como si yo no conociera el camino hasta mi cuarto, o como si él no lo conociera.
Me acosté y él se sentó en el borde de la cama.
- Hay fantasmas –repetí.
Dejó transcurrir un rato, como si lo estuviera comprobando - Es cierto –dijo por fin; y era mi padre pero a la vez un hombre diferente a mi padre, más viejo, o más sereno -. Serán esos trapos horribles que borda tu madre; o quién sabe –y me acarició la cabeza, jugó con las yemas de sus dedos contra los bordes de mi oreja.
Cerré los ojos. Su voz, esa voz ronca y lejana que no parecía la de mi padre, inició un relato o una conversación. Pero no pude saber de qué se trataba, porque me quedé dormido.

martes, 2 de octubre de 2007

ALFREDO CASERO Y LA SENSURA

ALFREDO CASERO comenzó con su blog en Clarín. LOCO !!!! DEJEN YA DE INVADIR TODOS TODOS TODOS LOS ESPACIOS.
Lo bueno es que si querés dejar un comentario hay sensura previa.
¡¡¡¡¡BRAVO CASERO !!!!

QUE LOQUITO EH !!!

COMO SI




Si supiera
Estaría aquí
Pero no sabe
Si quisiera
Estaría aquí
Pero no quiere
Si viviera
Estaría aquí
Pero no vive

Sin embargo

Golpea noche tras noche debajo de mi cama
Las palmas
Su cabeza contra el piso
Sus dientes contra el elástico metálico

Como si
Siempre como si

lunes, 1 de octubre de 2007

IMPERIO - por David Lynch



Que a los 60 años David Lynch tenga que pasar por el trago de autodistribuirse su última película, Inland Empire, es casi tan insólito e indignante como lo sería que Saramago o García Márquez se autoeditaran sus últimas novelas. ¿A que es inconcebible? Pues a algunos cineastas les pasa: Terry Gilliam ha salido a la calle para recoger firmas y mendigar un distribuidor para su radical y extrema Tideland.
Y hay que ser un condenado genio para atreverse a filmar una película así, de tres horas, en la época en que todos quieren películas fáciles y si es posible sólo comedias fáciles. ME SACO EL SOMBRERO.
Es pura magia de imagen, puro preguntarse ¿qué mierda está pasando? Este dotado del cine tiene la capacidad de crear los climas más extraordinarios de la pantalla contemporánea, ya lo demostró con Muholand Drive e inclusive con Una historia sencilla.
Son tres horas, ok, pero no dejen de verla, ahora o cuando salga en video.

domingo, 30 de septiembre de 2007

ALGO LEJANO A LA FELICIDAD

ALGO LEJANO A LA FELICIDAD

Soy director de cine y estoy a punto de estrenar mi ópera prima.
Mi amigo insistió e insistió para ver el material antes del estreno. Así que lo invité a la primera proyección de la primera copia. Yo buscaba gente con buena onda para superar el trago.
A la salida se produjo, más o menos , el siguiente diálogo.

Salimos, mi amigo, otra amiga, mi hijo de diez años y yo, nos dirigimos a mi auto.
SILENCIO

MI AMIGO
(De la nada)
Lo que no me gustó fue la actuación de la maestra.
(tiene una aparición de 3 minutos)
Y el pibe, Serrucho…flojo. La nena también …¿no?
(Son dos personajes secundarios)
El intercambio de composiciones funciona bien eh.
(El intercambio de composiciones me lo propuso él cuando le di a leer el libro)
Pero la relación entre la madre y el pibe funciona.
El pibe es lejos el mejor de todos.
(Con intención de : el único que vale la pena)

YO
La actriz también está muy bien.

MI AMIGO
Puede ser.
Y lo de la máquina de bordar, tendrías que haberlo aprovechado más como motivo.

PIENSO:
Para ponerla más tenía que empezar cuando el espectador sale de la casa, y terminar cuando llega de vuelta.

YO
¿Vamos a tomar un café?

MI AMIGO
No, tengo una cena.
(Se baja)

PIENSO:
Esto sí que es algo lejano a la felicidad.

BESOS, POR CLAUDIO PENSO



Siempre el amor
Viene de otros tiempos...
Y por esto el verdadero amor
Es inexorable.

Y cuando los amantes se reencuentran
Después de un largo viaje.
Se reconocen lentamente,
Como si todo hubiera permanecido
Latiendo suavemente.

Y entonces,
El primer beso,
Se da con los ojos,
Y después, con los labios...

viernes, 28 de septiembre de 2007

CADA UNO (fotos de GONZALO THOMAS - poema de Gonzalez Amer)



caminé lugares sin huella y no lo toleraron
¿quiénes? Me preguntó
los que habitan las huellas

ellos desconocen la senda dorada
la pegoteada en las suelas de tus zapatillas

me quité la zapatilla, dije:
tiene olor a mierda
sí ¿y? A mierda de perro

pensé que caminaba sobre las aguas de un amanecer dorado
y bueno, cada uno cree lo que quiere

DORADO 2

DORADO 3

miércoles, 26 de septiembre de 2007

DIEGUILLO FERNANDEZ



Poeta, cineasta, dibujante, profesor de guión en la UBA y de otras materias en la ESCUELA PROFESIONAL DE CINE ELISEO SUBIELA.
Escribimos juntos LOS MONOS NUNCA MIENTEN que fue calificada de interés por el INCAA y la va a dirigir este año.
También colaboró en la escritura de EL INFINITO SIN ESTRELLAS, más que eso, fue motor entusiasta desde que se lo di a leer como un proyecto de cortometraje.
Filmó el multipremiado cortometraje RATAS, que en cierto sentido les presento:
¡Ratas! (1996) cortometraje
Dirección: Dieguillo Fernández y Diego Sabanés
Guión: Dieguillo Fernández y Diego Sabanés

Un vecino nuevo llega al edificio con una valija extraña. No recibe visitas ni habla con nadie, pero una luz relampaguea bajo su puerta. Sólo Lila conoce su secreto: ella lo espía desde su ventana y cada noche comparten el ritual. Los vecinos están asustados: ruidos misteriosos invaden el edificio. Hay que llamar al fumigador.

En fin. A continuación, dibujos y poemas del multiartista Dieguillo:

CLAVO (por Dieguillo Fernandez)

SEGUIMOS...

MAS DIEGUILLO

y mas...

martes, 25 de septiembre de 2007

¿DE QUIEN ES EL PORTALIGAS?



La diferencia que hay entre hacer una película o criticarla, es equivalente a la que hay entre escalar una montaña o mirar su fotografía. Y cuando una película está hecha con el respeto y las ganas que puso Fito, mucho peor. Por eso, con todo el respeto del mundo, me gustaría decir lo siguiente:
Los rubros técnicos: sonido, fotografía, arte, puesta de cámara, impecables, pero lamentablemente no alcanza. Yo creo que una comedia disparatada también debe algo a la verosimilitud, tiene que ser creíble y justificada, de lo contrario uno no ve una historia, no ve un relato, todo el tiempo ve una película. A esto sumadas las actuaciones indefendibles, como si los actores se hubieran divertido muchísimo, pero a expensas del aburrimiento del espectador. Uno le pone fichas a Fito Paez porque tiene mucha garra, cuando encuentre el guión o el guionista adecuado, y la dirección de actores tome otro rumbo, nos va a sorprender a todos con una muy buena película. Alguno podrá decir ¿y vos quién te creés que sos? Pero bueno, lo dije al principio: criticar es más fácil que hacer.

ROMA



Estoy viendo la segunda temporada. Es adictiva, espectacular, no puedo parar de verla. Los actores provienen del teatro inglés, la tensión dramática no afloja nunca y desborda sensualidad por los cuatro costados: la luz, el vestuario, las escenas sutilmente eróticas y las no tan sutiles.
Las historias de los soldados LUCIO VORENO y TITO PULLO van ganando espacio en la serie a medida que avanza, y llega un momento en que uno quiere quedarse sólo con lo que le pasa a ellos más allá de todas las luchas entre todos los Césares y pretendientes al trono.
La recomiendo con todas mis ganas.

lunes, 24 de septiembre de 2007

LA MANCHA SOLAR - SEGUNDA ENTREGA - SEGUNDO CAPITULO


Giré mal. Miré hacia la derecha, no había nada, no había nadie, y viré hacia la izquierda distraído y apurado. De pronto, un golpe, ruido de chapa que se hunde, como si hubiera chocado contra un árbol. De pronto. Todo ocurre de pronto. Si no fuera así la realidad te enviaría un telegrama colacionado cada mañana, una carta documento anunciando los acontecimientos del día, con horas y minutos, con precisión de segundos, de lo contrario ya no sería de pronto. Diríamos: Tal como estaba previsto, doblé excitado por esa puta adolescente empecinada en mostrarme sus tetas. Pero si hubiera recibido el hipotético telegrama colacionado ¿Hubiera salido de casa esa mañana?
Si hay hombre o mujer entre los presentes capaz de declararme culpable que tire la primera piedra. Ahí estaba yo, al volante de mi camioneta, con una nena de quince años mostrándome las tetas, un segundo antes del impacto.
Despreciable, abominable. Como si los adjetivos me pusieran a salvo de mi responsabilidad. Vivir en carne propia la cruel e imprescindible intransferencia del ser, una de las condiciones básicas para la supervivencia de la raza humana, pero sobre todo, para la supervivencia de las clases pudientes de las sociedades en que se organiza la raza humana. La intransferencia del ser es el último bastión de lucha contra los desposeídos: ser cada uno, ontológicamente, lo que le tocó ser en ese misterioso, inequívoco y nada equitativo reparto de destinos.
Alguna vez leí que antes de nacer tenemos la oportunidad de elegir a nuestros futuros padres como en una galería, una especie de shopping prenatal. Tal vez funcione como funcionan las zonas rojas de los países nórdicos, los padres se encuentran en las vidrieras amándose tiernamente o arrojándose muebles por la cabeza y uno, puro espíritu, ávido de redimir cuanta culpa sobrelleve de las vidas pasadas, o ávido por desquitar todo el sufrimiento acumulado desde que dejó de ser nada, selecciona en el menú el hogar o el antro en el cual desarrollará los próximos setenta, ochenta, cien años de una existencia tan eterna como improbable. No lo leí en un libro, me lo dijo mi analista, Ruth, la enésima vez que de manera infantil y patética me quejé de los padres que me tocaron en suerte. ¿Y para qué elegiste esos padres? Me preguntó, y me dejó con la boca abierta. Elegiste esos padres, me recriminó, porque eran unos pobres obreros, no creíste que estuvieran a tu altura y decidiste hacerles sus vidas imposibles. Me imagino a ese pobre diablo empleado de un almacén de barrio frente a un hijo como vos, ¿qué podía hacer sino molerte a golpes? ¿Y tu madre? Esa que lo único que hacía era rogarle que no te machucara la cabeza ¿qué más podías pedirle a ella? Así actuaba yo, como un ser manipulador y exigente, para hacerles las vidas imposibles.
Pero tengo que volver a este día, anteúltimo de marzo, el día postrero existencias que se desbaratan para siempre. La mujer aplastada contra el piso. Aplastada por mí. ¿Quién era yo? Es hora de preguntarse.
Ayer me acosté con un travesti, desafié a Ruth, un poco para molestarla y otro poco para vengarme. Pagué doscientos pesos. La tuve como mujer y la tuve como hombre. Usaba anteojitos de intelectual para que los vecinos no lo reconocieran en los ascensores. Era una hembra de la que cualquier macho podría enamorarse, pero en la cama le gustaba jugar a la violación. Dale que sos mi padrastro y tengo doce años y me resisto. ¡No papá No! Ruth me miró en silencio. Lo encontré en Internet. Cuando salí del departamento pensé que con las mismas manos iba a acariciar a mis hijos, con la misma boca iba a besarlos. Estaba asqueado de mí. Como ahora, con la mujer desmayada a mis pies, con la cabeza medio hundida en el agua de la cuneta.
¿Y? Me preguntó Ruth, ¿Creés que ese es un verdadero conflicto?¿Querés asustarme? Te sentís el centro del universo, pero Galileo vivió hace ya unos cuantos siglos. Galileo no dijo nada que tuviera que ver conmigo. Faltaría más, pero es lo mismo, si captás la metáfora. Y se ríe. La risa de Ruth es una bendición, creo que me analizaba con ella nada más que para verla reír. La veía reírse con tantas ganas a sus setenta y siete años que nunca me animé a decirle que me sentía viejo, si el tiempo pasa para todos ¿o no? Entonces me contó un chiste de judíos:
Iban seis judíos en un bote salvavidas de madera luego de un naufragio, avanzaban penosamente en pleno océano y uno de ellos, en medio de la ansiedad, perforaba el fondo de la nave con una cortaplumas. Cuando el agua comenzó a inundar el bote a chorros a través del agujero, los otros cinco lo miraron como para comérselo, situación ante la cual el perforador reaccionó con un:
¨ ¿Qué miran? Es ¨ mi ¨ lugar.
- Bueno - me dice –el del cortaplumas sos vos.
Ruth por supuesto es judía, y hasta escapó del holocausto, por lo cual no puede ser acusada de antisemita.
Me reí del chiste pero le dije que me sentía desahuciado, que las mentiras sobre las que había construido mi vida pugnaban por salir a la superficie. Ella se sentó en su computadora, se conectó en Internet y buscó mi carta astral. Como lo imaginaba, exclamó: Plutón está en Sagitario, no hay nada que hacer. Va a salir todo lo que tenga que salir, va a ocurrir todo lo que tenga que ocurrir. Como una pústula, como el irrefrenable flujo de hormonas de la adolescencia. No quiero parecer una bruja o un hada, pero según lo que veo en la pantalla llegó el momento de algo, vos tendrás que averiguar el momento de qué.

viernes, 21 de septiembre de 2007

GORDA NAVIDAD (cuento)


Desde tiempos inmemoriales, a fines de diciembre de todos los años llevamos a cabo nuestro método para determinar, entre todos los jóvenes de dieciocho años, quienes se convierten en Dirigentes y quienes en Eunucos: la ceremonia se llama : ¨ La Prueba de Navidad ¨.
Evento fundamental entre los festejos de fin de año es, en rigor de verdad, el acontecimiento más importante para hombres y mujeres de nuestra comunidad. A causa o a pesar de esto, en las escuelas, en las reparticiones oficiales, en los espacios públicos, en los hogares, y ni que hablar de las iglesias ni de las milicias, no se permiten comentarios ni especulaciones sobre el tema.
En secreto, todos quisiéramos hablar, y entre los que más quisieran hablar se encuentran los adolescentes. Me recuerdo durante toda la secundaria, fumando en los baños mientras imaginábamos una y mil estrategias para superar La Prueba.
Nadie sabía en qué consistía, pero creíamos saberlo: había que hacerle el amor a la Gorda Navidad; los que lo lograban eran declarados Dirigentes, y los que no, eran convertidos en Eunucos.
La Gorda Navidad era una mujer de doscientos kilos, alimentada por la fuerza con una dieta a base de carne de cerdo e hígado de ganso. Convicta peligrosa de la cárcel de mujeres, era elegida según los antecedentes más oscuros. Y amarrada al catre de su celda, se decía, aguardaba con voracidad el día de la Prueba.
Imposible conciliar el sueño desde seis meses antes de afrontar la Prueba; buscábamos alguna referencia, datos perdidos que sirvieran de ayuda o de consuelo. Yo, al único que podía sonsacarle alguna información de dudosa utilidad era al sodero, quien, como buen Eunuco, se quebraba en un lamentable ataque de llanto apenas promediaba el relato sobre el día de su Prueba.
En cuanto a mi propio día, recuerdo un portón enrejado y brillante, pasillos largos con mosaicos de dos colores y la fila de muchachos aterrados bajo vigilancia de guardiacárceles, todas mujeres armadas con machetes de porcelana.
Al fondo del pasillo, en el centro, se encontraba la celda de la Gorda Navidad. A la derecha, el quirófano, y a la izquierda, la Sala de Declaración. La operatoria era rápida y eficaz.
Llegó mi turno. Cuando ingresé a la celda arrastraban a mi predecesor hacia el lado del quirófano. Me ordenaron que me bajara los pantalones y los calzoncillos. Para ganar algo de tiempo pedí permiso para desnudarme por completo, pero me lo negaron.
Caminé unos pasos con pantalones y calzoncillos enredados a la altura de mis tobillos, hasta que, bajo un chorro de luz arremolinada, pude verla: desnuda, amoratada, hundida en un vaho con olor a frutillas con crema; una niña raquítica y quebradiza, casi un esqueleto de vientre voluminoso y brillante coronado por una hernia de ombligo. Pezones puntiagudos, ojos azules y redondos de expresión cruel, lasciva, y hasta divertida.
Abrió las piernas, tendió sus brazos hacia mí y sacó su lengua pastosa surcada por una especie de “Y” griega muy profunda. No habló, pero oí su voz exigiéndome que la penetrara.
Intenté hacerlo. Ella me lamía las orejas y me pasaba las manos por las nalgas mientras se reía con deseo desesperado. Cuando sonó la chicharra y una voz impersonal me anunció que había terminado mi turno, yo ya había desistido de lograrlo.
Entonces, la misma voz impersonal le ordenó a la Gorda Navidad que diera su veredicto, y ella, con expresión triste y dolida, levantó su mano derecha con el pulgar señalando hacia lo alto.
Fui conducido hasta la sala de Declaración y ante toda mi familia y todos los funcionarios de alto rango. Fue ahí que me entregaron mi diploma de Dirigente.
Brindamos con sidra; comimos nueces, higos secos y turrones.
Nunca supe (creo que jamás llegaré a saberlo) porqué la Gorda Navidad alzó su pulgar en mi favor. Puede ser que yo le hubiera gustado, o al contrario, que sintiera conmiseración por mi aspecto lastimoso. Me pregunto: ¿por qué yo?, cuando ese día convirtieron en Eunucos a cientos de camaradas.
No es improbable que mi familia haya comprado a algún funcionario corrupto mi diploma de Dirigente. A veces mi padre me mira (o a mí me parece que me mira) con cierto aire de desprecio. Su mirada que aparenta decir “Ni pienses que la Gorda Navidad recibió algún beneficio, porque ni siquiera sobrevivió”.
Y yo sigo aquí, en mi carácter de Dirigente, como si hubiera hecho algo para merecerlo.

jueves, 20 de septiembre de 2007

POR ESO




Mis huesos hierven
Mi carne resiste
Pero mis huesos hierven
Y en la tele dicen que hace frío

Si estuvieras aquí
Mis huesos quemarían tu existencia
Y huirías de mí

Por eso
Sólo por eso
Mis huesos hierven

Mis uñas
Quieren saltarse de mis dedos
Mis ojos
Quieren saltarse de mis órbitas

Si estuvieras aquí
Sería ese monstruo sin uñas y sin ojos
Un monstruo de cuencas

Por eso
Sólo por eso

PARA ALQUILAR



ROMA, PRIMERA TEMPORADA, no está a la altura de LOS SOPRANO , pero no te vas a aburrir mirándola. Para quedarse hasta las dos o tres de la mañana frente a la tele.
Los personajes de los pretorianos en la intimidad y con todos sus conflictos están geniales. Toda una lección de cine en cuanto a subtramas y personajes secundarios.

LA MANCHA SOLAR - NOVELA CORTA POR ENTREGAS CAPITULO 1

LA MANCHA SOLAR es mi última novela, quedó a mitad de camino entre cuento largo y novela corta, un género bastante difícil de vender. Para los que tengan ganas de seguirla, la paso por entregas.

LA MANCHA SOLAR - NOVELA CORTA POR ENTREGAS CAPITULO 1



Sus manos tiemblan, y un hombre deja de ser un hombre cuando sus manos tiemblan. Se convierte en niño, en víctima, en presa, en hoja, en pétalo, en grano de arena o hasta en un monstruo podría convertirse, asqueado de sí mismo, harto de su propio furor, de sus propias lágrimas. De frente y de pie ante la mujer que yace tirada, esparcida en la calle como una bolsa de legumbre.
Es la hora de la nada, la hora del limbo, ni antes ni después del almuerzo, ni antes ni después de la siesta. Es la hora de la opresión generalizada, cuando los que tienen trabajo se quejan de tenerlo y los que carecen de él lamentan su desamparo. La hora del vacío de estómago, la hora en que se le dice al amante Voy para allá amor mío, la hora en que se le dice al amante Hoy es el fin de lo nuestro.
Como el zumbido miles de colmenas se oye lejano el bramido de la avenida, los colectivos horadando la persistente y endemoniada resistencia del asfalto. A unas pocas cuadras. Aquí, la posición de la mujer con elocuencia de pictograma expresa que no tiene vida o que su vida permanece guardada, recogida, sobrecogida. Su vida está rota, su cuerpo está desarticulado, habrá que reordenar y recomponer para evaluar la magnitud del desastre. Es un rompecabezas esta mujer, es un crustáceo y su lomo curvo un escudo para que la muerte, o sea yo, el hombre que acaba de atropellarla con su camioneta, con mi camioneta, el hombre que acaba de arrojarla contra el cordón de la vereda, no se la lleve de este mundo, o no se la lleve para el otro lado de este mundo.
El tiempo no transcurre. No es. Debería tomar entre mis brazos a esta mujer joven y frágil; esta muchacha con delator aspecto de profesora de filosofía, de sociología, o de cualquiera de las ciencias sociales que se oponen a esto, a que andemos atropellando gente por la calle, porque no todas las disciplinas en el histérico tiempo presente se oponen a que nos matemos los unos a los otros.
Todo es tan inmóvil que de verdad asusta. Mi vida su vida tu vida Tomás se había desacelerado hasta esa proximidad, esa vecindad alienante con la desintegración, la descomposición definitiva. Me sentía en un puño, en un botón. ¿Qué otra cosa somos en cada momento sino un punto por el que pasan infinitas rectas? Infinitas e indefinibles, como la guerra juzgada por un combatiente en pleno campo de batalla.

El día es pastoso, húmedo, el sol del mediodía perfora existencias, las derrite. Te pasás la mano por la frente, la escurrís como si estuvieras recién bañado, una ducha tibia con tu propio sudor y la camisa se adhiere a tu espalda y tus zapatillas hierven, todo parece fundirse, vibrar, estás parado sobre la chimenea de un volcán, el magma puja por salir a la superficie. Miraste a la mujer: su trajecito gris, la boina roja, el brazo inerte rematado por una manita de niña que colgaba delicada sobre el primer tramo de la vereda, a pocos centímetros del cordón; los ojos cerrados, la respiración ausente, el hematoma que tomaba parte de su oreja derecha y deformaba todo el rostro en una mueca que era de dolor y asombro, pero parecía de burla.
Ningún vecino acude, ningún automovilista. Una pareja que conversaba en la puerta de un inquilinato ha abandonado la charla para husmear el accidente desde su puesto de cotorreo, pero nada más que eso. ¿qué estarán pensando? Que se la lleve de una vez por todas, que la ayude o la guarde en el ropero de su casa, que se haga cargo de la parte exacta que ocupa ese cuerpito frágil de mujer de no más de treinta años, no más de cuarenta y cinco kilos. Que la abrace, la quiera, la sacuda. Que le haga respiración artificial, acaricie sus miembros desarticulados. Que le bese las manos y le pida perdón de rodillas, la hunda en sus bolsillos para devolverla a la vida en un quirófano blanco, aséptico, iluminado con una luz taladrante, una luz perniciosa. Que ahueque sus manos y la recoja como quien recoge agua del arroyo para arrojarla por los aires como si se tratara de un ave herida, un pájaro con deseos de volar hasta la rama más alta del monte.

miércoles, 12 de septiembre de 2007

UN CUENTO DE ROSANA LUC GUTIERREZ


Mi ilustración: Gari Olman se la come
EL RULERO DE LA TOCA

A la Señora de Nosocomio Fernández le robaron el rulero de la toca.
Enseguida sospechó de la chica de la limpieza, cosa bastante posible: es vox populi que las chicas de la limpieza son quienes roban cosas, rompen vasos, platos y otros utensilios pertenecientes a la vajilla de los hogares y son seducidas por “los señoritos” de las casas, la mayor parte de las veces.
Pero algo no le cerraba a la Señora de Nosocomio Fernández. Fundamentalmente el hecho de que ella no contaba con servicio doméstico. Entonces decidió contratar una sirvienta.
Entre cuatro postulantes eligió a la que tenía el cabello más crespo y le cobraba menos.
Al segundo día de tenerla trabajando con ella notó que la chica de la limpieza tenía sus bucles un poco más deshechos. Siguió observándola con atención y según pasaban los días la muchacha fue presentando una cabellera cada vez más lacia, hasta que finalmente la señora de Nosocomio Fernández no tuvo duda alguna: la chica de la limpieza le había robado el rulero de la toca. Inmediatamente llamó a la policía y al cabo de ocho horas llegaron a su domicilio cuatro agentes uniformados y uno de civil. Este último, el Inspector Suárez, era conocido por resolver los casos más difíciles y enseguida ordenó allanar el dormitorio de la chica de la limpieza, que en realidad no era un dormitorio sino una pileta de natación en desuso que ella había decorado amorosamente con pósters de Julio Iglesias y Sabú.
Los cuatro agentes uniformados buscaron el rulero infructuosamente. En cambio encontraron anillos de rubíes, collares de diamantes, relojes Rolex de oro, 2 kg de cocaína sin cortar y una valija con medio millón de dólares. Pero como ése no era el tema por el cual los habían convocado, acomodaron todo y se fueron, no sin antes hacer firmar un acta donde la Señora de Nosocomio Fernández declinaba la denuncia sobre la chica de la limpieza y prometía no volver a romper las bolas por pavadas.
La mujer estaba realmente indignada, nada salía según la lógica imperante en su cabeza… y el rulero no aparecía.
Increpó a la chica de la limpieza mientras ésta cocinaba un arroz con estofado. Intentó sacarle información, de mentira a verdad, haciendo preguntas capciosas como, por ejemplo, si entre sus ancestros había alguna persona de origen africano, a lo que ella contestaba que no, que ellos eran todos paraguayos, mientras le ponía sal al guiso y revolvía para que el arroz no se pegara.
La señora de Nosocomio Fernández decidió entonces contratar a un detective privado que, disfrazado de jardinero, no perdería pisada que la chica de la limpieza diese.
Gari Olman, el seudo jardinero, al ver a la chica de la limpieza sintió unas raras palpitaciones, comenzó a sudar y a secretar más mucosidad de la habitual. Se limpió la nariz y supo que se había enamorado de ella. Renunció al contrato establecido anteriormente con la Señora de Nosocomio Fernández, y le propuso matrimonio (a la empleada doméstica).
La muchacha dudó porque no lo conocía lo suficiente, pero a los dos días aceptó.
Cuando se despidió de la señora de Nosocomio Fernández ésta pudo ver a través de la hendija del bolso de la muchacha, que estaba semiabierto, un objeto plástico, cilíndrico, cuadriculado y de color rosado muy parecido a su rulero de la toca.
Pero no hizo nada por recuperarlo.
Abatida, se sentó en su sofá preferido y prendió el televisor.

martes, 11 de septiembre de 2007

TODO LO QUE BUSCAS

poema de Ivana Nazareno
Mi ilustración: Mujer es tú música





Ancestral como el pasado y la nostalgia
Inundaba el pasaje de mi infancia
Tanto que se entrometió en mi habitación.
Entonces Brad Desencantó la vista
“NENA no esperaba esto de vos”.
Yo no lloré, no quería ni podía
Solo existía mi mente y su redención.
Con todos y con nadie ,la ausencia era yo.

Después viví en una escalera sin destino
Era giratoria como mi voz
Pendía de un hilo de cobre
No de oro, de mi oro NO!
Al descender encontré una mano amiga,
un cuerpo pequeño, una mirada eterna
y tu canción.
No seas Charly me dijo Fito
Y comprendí que ya no tengo mis trucos
Sino una ilusión.

Te conocí como al pasar
Te percibí frágil de casualidad,
Todo lo que buscas
Siempre estuvo en vos….
…Aun con tus sentimientos detenidos en Background

LA SEÑAL

AYER VI -LA SEÑAL- EN LA PREMIER

RICARDO DARIN ES UN GRAN ACTOR Y UN GRAN TIPO, POR LO QUE SE LEE EN LOS REPORTAJES. EDUARDO MIGNONA FUE UN GRAN DIRECTOR, CON PELICULAS INCREIBLEMENTE BUENAS, GUIONES SOLIDOS.

Por eso, duele decir que este no es el caso, y que LA SEÑAL es una película que hace agua por todos lados.
Lo único, lo mejor, es la fotografía.
El guión, las actuaciones, la puesta de cámara, la idea en si, es demaasiado pobre para tanto dinero invertido.

Me gustaría que quede abierta la discusión para quienes la vean y tengan ganas.

VIOLACION DE DOMICILIO



Violación de domicilio (Breaking And Entering)

TÍTULO ORIGINAL: Breaking And Entering
ORÍGEN: USA
GÉNERO: Drama
IDIOMA ORIGINAL: Inglés
DIRECTOR: Anthony Minghella
ACTORES: Juliette Bionche, Jude Law, Robin Wright Penn, Vera Farmiga, Martin Freeman, Ray Winstone, Mark Benton
CALIFICACIÓN: Apta para mayores de 13 años
DISTRIBUIDORA: BVI
AÑO: 2007
DURACIÓN: 117 minutos
ESTRENO EN ARGENTINA: Jan, 2007

Sinopsis
Historia de un dispar grupo de londinenses. Algunos llevan tiempo en la ciudad y otros acaban de llegar y sus vidas se cruzarán en King's Cross, en pleno centro de la ciudad. Cuando a un arquitecto paisajista le roban repetidas veces en sus modernísimas oficinas situadas en una zona poco recomendable de la ciudad, sus investigaciones le empujan a salir de la seguridad del círculo familiar.

Es una muy buena opción para alquilar en el video.

YO SOY LA MOROCHA



Juliette Binoche
Nacimiento 9 de marzo de 1964 (43 años)
París, Francia
Otros nombres La Binoche
Ficha en IMDb
[mostrar]Premios



Juliette Binoche (n. París, 9 de marzo de 1964) es una actriz francesa ganadora de un premio Oscar.
Es hija de un director de teatro y escultor, y de una actriz. Realizó sus estudios de interpretación en la Escuela de Arte Dramático de París y, tras su graduación, se inició en el teatro. Su debut en el cine fue a los 20 años, en el film Les Nanas (1984).
Un año después el director Jean-Luc Godard, le dio la oportunidad de protagonizar la película Yo te saludo, María (Je vous salue, Marie, 1985), haciendo de Virgen María. Aunque la fama internacional le llegaría en su próximo film, Apasionados (Rendez-vous, 1985), protagonizándolo junto a Lambert Wilson.
Tras este film vinieron Malasangre (Mauvais sang, 1986), de Leos Carax, haciendo una excelente actuación y Los amantes del Pont-Neuf (Les amants du Pont.-Neuf,1991), del mismo director. La insoportable levedad del ser (The Unbearable Lightness of Being, 1988), de Philip Kaufman y cuatro años después interpretó Una vez en la vida (Damage, 1992), junto a Jeremy Irons, y coprotagonizó con Ralph Fiennes Cumbres borrascosas (Wuthering Heights, 1992).
Posteriormente, trabajó en la famosa trilogía de los colores del polaco Krzysztof Kieslowski. Fue protagonista de Blue (Trois couleurs: Bleu, 1993) y apareció en papeles en Rouge (Trois couleurs: Rouge, 1994) y Blanc (Trois couleurs: Blanc, 1994).
Fue galardonada con un Oscar de Hollywood por su interpretación en El paciente inglés (The English Patient, 1996), de nuevo junto a Ralph Fiennes.
Le siguen Un diván en Nueva York (Un divan a New York, 1996), junto a William Hurt, Téchiné en Alice et Martin (1998) y Los amantes del siglo (Les Enfants du siecle), en la cual interpreta a la polémica escritora George Sand.
Fue nominada nuevamente al Oscar por Chocolat (2000, interpretada junto a Johnny Depp).
Juliette nunca se ha casado aunque tiene dos hijos. Un niño con Andre Halle y una niña con el actor francés Benoît Magimel, con quien vive actualmente. Se la relacionó sentimentalmente con el Director Leos Carax, y vivió un tiempo con el también actor Olivier Martínez.

lunes, 10 de septiembre de 2007

PARA QUIENES NO LA VIERON




TESIS, LA PRIMERA PELICULA DE ALEJANDRO AMENABAR (ABRE LOS OJOS)

"Tesis", es un más que interesante comienzo para un director novato que cosechó elogios en todos los lugares en que fue exhibido el film.

Es una realización española, y casi un leve indicio de descreimiento se cuela junto a nuestros pensamientos antes de que comience. Todo lo ibérico nos "suena" a Almodovar. Afortunadamente, no todo está cortado con la misma tijera. A medida que avanzan los minutos, Amenabar nos logra introducir en su historia de una forma sutil pero definitiva. Pocas veces se ha visto, al menos por estas latitudes, una película que hable del "Snuff" (género fílmico que registra imágenes de aunténtica violencia, e incluso muerte; "Videodrome" de David Cronenberg, es un ejemplo también interesante) de una manera tan cercana a nuestros intereses comunes de sociedad tradicional.

Una estudiante curiosa (Ana Torrent), decide basar su tesis en la violencia. Para realizar un estudio profundo considera apropiado ver alguna película de violencia extrema. Le pide ayuda a su profesor guía, que tiene acceso sin restricción a la filmoteca de la facultad, y a un estudiante marginal, llamado Chela (Fele Martínez) que es un experto en los temas sangrientos. Todo se complica cuando su profesor muere debido al fuerte contenido de una de las cintas que él había extraido de la filmoteca para ella. Amenabar nos tira pistas falsas, pero siempre lo hace sin mala intención. Lo inminente, lo obvio, lo burdo y lo fácil, se diluyen por completo cuando nos enfrentamos a una estructura coherente y creíble. Nos pasea por las posibilidades más variadas para resolver la encrucijada. Y no tenemos cómo evitarlo. Es por eso, que la película se mantiene a flote y llega a buen puerto.

Aparentemente, su segunda realización "Abre los ojos" de 1997, aún no estrenada en Argentina, es mucho más sólida que Tesis. Será que estamos presenciando el crecimiento de un realizador "de cepa"?. Sinceramente, eso esperamos!
Andrés San Martín
"Tesis"
España, 1996, 125'
Dirección
Alejandro Amenábar
Guión:
Alejandro Amenábar, Mateo Gil
Protagonistas:
Ana Torrent, Fele Martínez, Eduardo Noriega, Rosa Campillo


--------------
Tesis (1996) de Alejandro Amenabar

TESIS (1996)

Director: Alejandro Amenábar.
Intérpretes: Ana Torrent, Fele Martínez, Eduardo Noriega, Xavier Elorriaga.

Ángela (Ana Torrent) se encuentra preparando una tesis sobre la violencia audiovisual, para ello contará con la ayuda su profesor (Miguel Picazo) y de Chema (Fele Martínez), un fanático de las películas gore.
La profundización en la materia le conducirá a enfrentarse con terribles sucesos.

La película debut de Alejandro Amenábar, producida por José Luis Cuerda (que sale brevemente en el film como maestro universitario), es una propuesta plausible de acometer un género tan difícil como es el thriller psicológico.

Los mecanismos de intriga que utiliza Amenábar logran trasmitir la desazón inherente al asunto desarrollado y a las situaciones derivadas de la acción de su protagonista, elevándose por encima del simple "whodunit" con un planteamiento sugerente y astutos giros en una trama interesante y bien definida.

Ana Torrent y Fele Martínez cumplen a la perfección con su trabajo interpretativo. En cambio, Eduardo Noriega supone un gran lastre para el conjunto del film, debido a sus escasos recursos expresivos.

El morbo que todo ser humano tiene sobre lo prohibido, el regocijo soterrado del hombre por el mal y el dolor ajeno ejemplificado en la virulencia de las snuff movies (películas de violencia y asesinatos reales que constituyen un lucrativo comercio ilegal) sirven a Amenábar para establecer una crítica dócil al regusto por la vehemencia en la sociedad y en su más fiel testimonio, la televisión.

"Tesis", título que denota un útil dominio del suspense así como del tempo cinematográfico, es un esperanzador inicio para un director con saludables ideas y mucha cinefilia.


Alejandro Amenábar, acertado creador de suspense nos relata una historia o fenomeno social conocido como el snuff o cine en el que se se llevan a cabo asesinatos reales o situaciones de extrema violencia o pornograficas.
Buenas caracterizaciones por parte de Fele Martínez y Ana Torrent, la trama es muy envolvente y hace preguntar al espectador: ¿quien hizo todo esto?.
Buena construccion de personajes, que se van convirtiendo en sospechosos uno a uno de una asustada Angela (Ana Torrent). Buena musica, buena historia y guion, buen comienzo para Amenábar.

domingo, 9 de septiembre de 2007

EL ANSIA




PARA QUIENES NO VIERON ESTA PELICULA, ES UNA DE LAS BUENAS DE VAMPIROS. YO NO LA HABIA VISTO Y ME FASCINO. ADEMAS PUEDEN DISFRUTAR DE EXCELENTES ESCENAS EROTICAS ENTRE CATHERINE DENEUVE Y SUSAN SARANDON EN SUS BUENAS EPOCAS, QUE NO ES POCA COSA.


he hunger, EE.UU., 1983
Género: Terror
Director / Autor: Tony Scott
Elenco: Catherine Deneuve, David Bowie, Susan Sarandon.

Sinopsis: John (Bowie) y Miriam (Deneuve) Blaylock son una sexy y sofisticada pareja europea que se ha instalado en Manhattan. Seductores infalibles, recorren juntos los clubes neoyorkinos en busca del alimento que sacia su especial apetito.
Son vampiros, pero no son iguales. En The Hunger, la condición de Miriam es la del vampiro original. La inmortalidad y la juventud eterna provienen de su sangre. En cambio, sus amantes, devenidos en vampiros por la mezcla de su sangre humana con la de ella, gozan de la inmortalidad y de una larga, pero no eterna, juventud.
John es el último de los amantes de Miriam. Se han conocido hace tan sólo unos siglos y el amor que los une sigue fuerte y fogoso como el primer día. Sin embargo, lo inevitable viene a trastocar su exquisita existencia: la juventud de John manifiesta sus restricciones. Su cuerpo muestra los primeros signos de un envejecimiento vertiginoso. Desesperado, acude a la Dra. Roberts (Sarandon), una investigadora que busca invertir el proceso de envejecimiento de las células. Miriam también acude a ella, pero persiguiendo otra meta.

Crítica: Basada en la novela homónima de Whitley Strieber, la película es subestimada por algunos y erguida como objeto de culto por otros. Ambas posturas pueden fundamentarse sólidamente. La originalidad argumental y la escasez de sangre, tratándose de una película de vampiros, defrauda a los amantes del terror gore en cualquiera de sus variedades. Sin embargo, el atractivo visual, el logrado ritmo lento, las escenas hipnóticas y la combinación de la estética de comienzos de los ochenta con una atmósfera gótica sostienen la atención de los espectadores con pretensiones menos circunscriptas y aún de aquellos que no gustan del género. El castillo medieval es reemplazado por una lujosa mansión metropolitana cuyo interior puede concebirse dentro del gótico:
incontables habitaciones finamente decoradas, oscuras y colmadas de secretos la componen. Al pasar su umbral los ruidos de la ciudad quedan silenciados por el canto de los pájaros del jardín o la música a la que se consagran los vampiros: Bach, Delibes.
La perspectiva de la película invierte el eje tradicional y pone el acento en los amates del vampiro, en la relación que los une y en el desasosiego producido por la inmortalidad sin juventud eterna. El vampiro, signo de una sexualidad transgresora, seductor implacable y apasionado, se muestra aquí como un ser angustiado y melancólico. La dirección de Tony Scott intensifica la atmósfera y, junto con la elogiable interpretación de Bowie, el nuevo punto de vista sobre el vampiro trastoca todas las convenciones. La película se destaca por su exquisita fotografía y su montaje, ya que ambos, a pesar de los años y la técnica, no han perdido vigencia ni efectismo.
Además, la novedad argumental abre nuevos caminos para pensar la condición del vampiro; por ejemplo, a partir del final de la Dra. Roberts o de la actitud de Miriam, quien conoce el destino de sus amantes y sin embargo los condena por su propio amor. The Hunger (el hambre, el apetito) se refiere a mucho más que a la necesidad imperiosa de consumir sangre para mantener la fuerza vital, también describe la lucha contra la soledad, la búsqueda del amor inmortalmente joven y la condena de la eterna vejez.
Estética y técnicamente impecable y de un erotismo sofisticado, constituye un aporte inusual y fascinante al universo vampírico.