sábado, 22 de mayo de 2010

DIA 10 /// MIENTRAS AFUERA SE PELEAN LOS PERROS

Todo salió perfecto pero no fue un buen día para mi. Nada que ver con la película ni con nada, el trabajo corría por su cuenta y una tristeza densa y profunda desbordaba aquellos sectores de mi ánimo que a veces me traicionan, el acorazado tiene soldaduras que fallan, errores de fábrica. En ese estado esperé la hora del almuerzo para descansar, y me quedé dormido como un chico. La mañana había transcurrido rápida y efectiva debutando en el dormitorio de Ernesto como escenario. Confirmamos que esta es una película de planos contrapicados y cámara que se mueve entre obstáculos que ensucian o definen el cuadro. Así la quiero y así la henos aceptado y querido definitivamente con Gallo y Marcelo. No me pregunten porqué pero esta historia se cuenta mejor en contrapicado.
Fue un día en equipo, como siempre o más que nunca. Reconfirmamos juntos que las llamadas frustradas de Ernesto se cuentan de la misma manera con pequeños retoques para agregar desesperación y dramatismo. Construimos con aportes varios la escena de reconciliación entre Ernesto y Julia después de las crisis y Ferrigno resolvió en un plano salvador una escena de vómito que nos estaba complicando la tarde a puro cansancio.
Pero lo que más alivia y alegra a esta altura es que los actores ya tienen a sus actores incorporados con firmeza. Ahora Malena se la pasa bomba en el set, se divierte y juega al fútbol tenis pero en un par de semanas se ha convertido en una actriz profesional. Cinco minutos antes de toma ya está en clima y siempre esta acomodada dentro del rango de lo que propone la escena. Ayer y hoy hemos hecho cosas fantásticas y , como digo, poco a poco las únicas dudas surgen de la unidad dramática, la estructura que haga emocionar en el momento oportuno y que sigamos divirtiéndonos.
Era un día gris, más por dentro que por fuera. A veces me pregunto porqué no puedo tomar del brazo a cualquiera de estas personas, a cualquiera de estas chicas, de estos chicos, y proponerles lisa y llanamente vayamos a tomar un café, hablemos de nuestras vidas. Lo que más me causa tristeza en este mundo es que no hablamos de nada con nadie. Mientras sos joven es un hecho que se produce de manera cotidiana con tus compañeros de facultad, con tus amigos, con las primeras citas. Pero a esta altura por algún momento que desconozco y detesto nos e produce. Vamos y venimos por las baldosas frías del set llevando y trayendo nuestras ilusiones. Si me dan a elegir, prefiero aquellos momentos en que levaba a mi hija Rocío de tres años a jugar a la plaza Florida, a mi hijo Ariel de diez a la plaza Kennedy, y a mi hijo Ivan a esquiar a San Martín de los Andes. Desde lo alto del Chapelco vemos la cima puntiaguda del Volcán Lanín y me pide con entusiasmo que nos lancemos hacia abajo.
No creo que en la vida todo sea una cuestión de edad. Recuerdo que a los veintinueve años me sentía un poco viejo y meses después nos enamoramos con una compañera de Letras. Le dediqué mi primer libro. Es protagonista de alguno de mis cuentos. Yo tenia treinta y ella dieciocho. La primera vez que salimos nos sentamos en plaza Lavalle a observar las estrellas de la misma manera que nos sentábamos con Liliana catorce años antes, cuando los dos teníamos dieciséis. Pero ahora acababa de divorciarme de Liliana, hacia ocho meses, y compartir el cielo estrellado sobre la laza Lavalle era un volver a vivir. En mi ánimo todo se había despejado. Era una época de mi vida en la cual leía cuatro novelas por semana y escribía tres cuentos. En el trabajo era el hombre más infeliz del planeta pero cuando nos encontrábamos a la noche con Cristina hacíamos el amor como desesperados. Por eso le dediqué, equivocadamente, mi primer libro. Y digo equívocamente porque tanto amor no puede durar tanto y ese primer libro se lo merecía Ariel, incuestionablemente. El amor por Cristina y el amor de Cristina no puede ni debería olvidarse jamás. Sus infidelidades a la larga fueron dolorosas, bochornosas y abochornantes para los dos. Un día llegó a su casa a las cinco de la mañana y yo la estaba esperando. ¿Para qué la esperaba? ¿ Simplemente para decirle ya sé que estuviste con otro hombre pero te amo? No lo sé.
Dicen que los hijos de mujeres infieles son infieles por obligación. Nunca entendí la fidelidad como un a virtud pero a partir de esa relación las cosas empeoraron para mi, en mi búsqueda del amor que me mereciera por completo. Mi madre fue infiel porque encontró el amor de un día para otro. Simplemente nos dejó por algo mejor: una vida feliz.
Todo esto tiene que ver con la tristeza que me embarga mientras los técnicos se mueven alrededor de mi y Tuqui acomoda un telgo con maestría, o mueve trípodes y faroles. El mundo se reordena para todos nosotros en torno de una luz puesta como si filmáramos un cuadro de Rembrant . Ayuda que haya ruidos molestos en la calle, nos da a todos un mismo motivo para vivir: Alicia en su perfección, Marga en su silencio, Ana Llanos en su belleza inenarrable, Ana Maca en su eficacia siempre defnitiva, Gonza en su diligencia, Raúl en su simpatía, el Colo en su universo complejo enorme y silencioso, Chomi en su supuesta simplicidad, y más y más y más de todos de todos de todos. Toda la locura y todo el amor de esta gente se enfoca para que algo se produzca: un foco preciso sobre una acción llevada adelante con obsesiva eficacia: actores bellos frente a la cámara y ACCION. El mundo redondo como una pelota de fútbol se completa con una pelea de perros en la calle, es como si Dostoivsky nos hubiera metido en una novela del siglo XXI. Estoy triste y cansado, pero de verdad emociona.

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