sábado, 22 de mayo de 2010

DIA 3 /// LA ESPERANZA ES LO PRIMERO QUE SE PIERDE

A las 5 30 de la madrugada suena la bocina Ford A de mi celular: mensaje de texto. Un actor acaba de arribar y se siente abandonado en la terminal de ómnibus de Pinamar y me exige CON MAYUSCULAS, que lo busquemos YA MISMO.
Le contesto que a esa hora el celular lo tengo abierto nada más que para mis hijos, por si me necesitan para algo. Por lo demás, desconozco los acuerdos de encuentros y traslados hechos con los chicos de producción, y agrego que semejante msn a semejante hora es una forma de decirme en la cara que me considera un boludo hecho y derecho. Seguramente exagero, pero como me robó dos horas de sueño que por ahora no voy a recuperar, me siento con derecho de sacar a la luz lo peor de mi por sí baja autoestima y hago un listado de los directores de cine a quienes este actor no se atrevería a hacerles semejante llamadita, aunque fuera por temor de no ser convocado para sus próximas películas.
La subestimación es un monstruo grande y pisa fuerte, toda la pobre inocencia de los subestimados. Sin embargo, nada mejor que pasar por boludo para que los demás pisen el palito. Yo a esta altura ya paso por boludo y por transparente, pero transparente en el mal sentido, en aquel sentido que planteaba Bioy Casares: ser viejo es ser transparente para las mujeres que nos gustan. Yo siempre tendí a ser transparente para las mujeres que me gustaban, la diferencia es que ahora soy transparente para todas.
Nunca les gusté a las mujeres, pero ahora siento que me detestan.
Casi al final del día mi asistente de dirección MARCELO BRIGANTE, gran asistente de dirección, me pide casi con lágrimas en los ojos (es que él también durmió poco) que trate mejor a los actores, que todavía falta mucho. No tengo nada contra los actores, dormí poco más de tres horas y mi afecto hacia mi propia persona está destruido por completo. Igual no debería generalizar, dado que con Oscar Ferrigno siento que está naciendo una verdadera amistad de trabajo.
Entonces (en realidad, antes del ruego de Marcelo) vinieron las mejores escenas de la película, lo mejor de lo mejor del trabajo de la semana. La escena violenta en la playa en la cual ERNESTO le da vuelta la cara de un sopapo a JULIA. Y después la conversación entre PEDRO Y ERNESTO que termina con la zambullida de ERNESTO en las frías aguas del Atlántico Sur.
El día en la playa era de verano, sol de punta a punta, celeste límpido y unos cuantos grados por encima de los veinte. Tanto temor que tuvimos sobre la fecha y la zambullida de Ernesto, tantos reparos, fueron resueltos por acción de la madre naturaleza y una energía encomiable en el cuerpo de nuestro protagonista, que parecía sumergirse y nadar en las aguas del mar Caribe. Debajo llevaba puesto un traje de neoprene pero por encima de ese traje, mucho amor por nuestra película.
Al mediodía teníamos resueltas las dos escenas más difíciles de la semana, eso me dejó tranquilo y dos escenitas entre GISELA, NINA y JULIA , que no eran más que de transición me dieron lugar para divertirme un poco, y tiramos unos cuantos planos muy copados.
La segunda discusión del día había sido con otra actriz que me había pedido colgarse cortinas de pelo rubio, que resultan ser una especie de extensiones, pedido ante el cual yo me había negado rotundamente por un motivo muy simple: no quiero agregar problemas eventuales a una semana que se presentaba ya de por si difícil. Imaginen con qué llego esta mañana al set: adivinaron, con las cortinas puestas. Creo que acá empezó el temor de Marcelo sobre mi trato con los actores. Tuve que explicarle a la actriz que en cine todo lo que se hace en contra de la voluntad del director es impune, porque el director carga con la responsabilidad de todo lo que se ve y no se ve en pantalla. La cuestión era menor, seguramente, pero recuerde que ya me habían robado dos horas de sueño y sumado toneladas de autodesprecio.
El día terminó después de la última toma, con un maravilloso regalo de la naturaleza: la luna llena emergiendo por detrás del mar, avisándonos que un nuevo día de rodaje había terminado.
Para disfrutar de un atardecer así, igual que de los canales de Venecia, hay que estar junto a la mujer amada, esto no ocurrió pero en cambio estaba con mi hijo Ariel, que sigue sacando fotos para dejarnos con la boca abierta, así que le pedí a Micaela Soler que nos sacara una instantánea con el océano Atlántico y su luna pelota de fútbol plateada como fondo.

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